CACHILEAR


"Un maestro no es artista es viejo diestro"

Higinio Maltaneres. Cachilo




Yo cachileo. Tú cachileas. El cachilea. Nosotros cachileamos. Vosotros

cachileáis. Ellos han inaugurado una Muestra en la Biblioteca Argentina con el arte de Cachilo, un linyera devenido esteta, escritor de graffittis, quien sin pedir permiso al urbanismo dejó de ser cartero y de atender su bazar para volverse correlativo a tachos de basura y tatuar el cuerpo de Rosario con carbón a modo de poema.

"No me estropeo porque no me meto donde no veo".

Cachilo respetuoso. Escribió a la Rosario, su mujer, con quien dormía y a la que habitaba. Sin molestar ni hollinar, derribando con sus frases una

medianera entre nosotros. Jugando al casino con las letras y haciendo plenos con la sabiduría. Docenas de objetos cachados acompañando esa poesía, la barba blanca, estable y pasajera.

"Pobre Patrio. Sin perro que ladre"

Quienes teníamos veinte en su buena medida sabíamos que en él devenía

heterogéneo el mundo, un sustantivo cívico, la alegría igualmente y su

municipalidad por evadir impuestos. Cachilo humano. Por demás humano. Pasión que da la vida por un Verbo. Merecer sus errores ortográficos (eso queremos) y escuchar sus lecciones en castellano perfecto.

"Los indios sin guitas. Cuidan las carretas que no los asalten los maricas."

Una manera de gozar que no engorda, que no cae mal a otros, silenciosa, sin ruidos pero con escape.

"NoNo. Cuando Mariquita Thomson hizo la música del himno nacional la

arreglaron bien No."

Una lectura de la historia en competencia con Félix Luna ¿por qué sería

menos válida? Una edición de Rosario. Cachilo, con lo diabólico al correrse del común, de la oferta, el mercado, el comercio. Daba miedo. Se detenía mirando fijo como una vaca que fuera inteligente.

"ómnibus de excursiones Renato Cesarini. Turistas. Visiten aquí estadio

Rosario Central. Frigorífico Swift. Cantry Fisherton. Quintas Soldini."

Cachilo, con su felicidad establecida, doméstica o no, en su mini turismo de linyera. En el futuro eterno de su prisa conocimos también al cuidadano. Su bocacalle. Sin que su boca calle. Soneto sin DNI ni empadronado, partida de nacimiento que se extravía, que parte con él hacia ninguna parte, en todo caso hacia un Paraná con héroe. Cachilo, bebé caído de la cuna de la bandera. Extraviado de la bandera. Que se quedó sin lavandera. Carita de duende. Duende. Sopita esencial, invisible a los ojos.

"la juventud se reproduce. Son los viejos que trabajan en lo que tienen

aprendido. Un país se conduce."

Cachilo intendente, votado por-dios-eros, rico y pobre. Nuevo rico. Sabe que las generaciones se distinguen en jerarquías y así gobierna sin burocracia.

"Cadáver resto disculpen si molesto"

Cachilo en el suspiro rosarino, el doctor, el amor, la muchacha, el país, la atmósfera, el contribuyente en sepia que él mismo dejó atrás con sus

encantos. La palabra revuelta. La libertad. Poder decir. El poder de decir. No aclare que oscurece. Cachileando. Cachilismos. Cachilería.

Cachilo, vereda y calle.

Hay que saber rendirle un homenaje porque en él nos vuelve el sentido

asesinado, una euforia de sílabas rotas y la ciudad a cabildo abierto.

Se despidió escribiendo una última frase, un último respeto en edición

bilingüe. En su locura horripilante está aguantado el fuego. Le ganó una

batalla a la masa y lo tenemos perpetuo en esta literatura de ladrillo.




Beatriz G. Suarez y Margarita Scotta

beagasua37@hotmail.com