EL NACIMIENTO DE CACHILO


El decía que había nacido el primero de mayo de 1927. La partida de nacimiento dice que fue el 30 de abril. Nobleza obliga, uno tiene el deber de creerle más a Cachilo que a un pedazo de papel.
Fue uno de los protagonistas de la vida rosarina. Un personaje popular. Uno de esos mitos que muchos califican de “baratos” sin saber qué dicen o tal vez porque suponen que esta ciudad es una ciudad de segunda, o de cuarta, y entonces los mitos están a su altura.
Nos encontramos en la vereda de enfrente, del lado soleado de la calle. Se nos da por pensar que Rosario es como Nueva York o París, o Londres, o Barcelona, o Berlín, y sentimos que nuestros mitos son queribles a fondo. Cachilo, Pataqueno, Rita “La Salvaje”, el Poeta Aragón, el Vendedor de Plumeros.., todos nombres que ponen de muy mal humor a los exquisitos.
En fin, lo cierto es que Cachilo hubiera cumplido 72 años, pero se murió a los 64 y no tuvo tiempo de poner sus poemas en todos los muros de la ciudad. Lástima grande.
Por suerte, en la misma vereda se encuentra Mario Piazza, un tipo parco en palabras pero que sabe bien lo que dice cuando toma su cámara de video y filma. Una prueba, lo que hizo con las hermanas Cossettini. Otra, el documental sobre Cachilo que será presentado el próximo 28 de mayo en el Centro Cultural Parque de España. En tanto Gregorio Zeballos, para la misma fecha prepara una muestra de pinturas en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, en homenaje a este ilustre ciruja.
Alguien puede decir que la distancia que hay entre las maestras Olga y Leticia Cossettini, y el linyera Cachilo, es inmensa. Lo es, pero para quienes sólo ven la superficie de las cosas. Una ciudad que tenía a Cachilo, también debía ser dueña de esas hermanas, fervientes devotas de la educación y que fueron una lección de lo que debía ser el magisterio. De la misma manera que una ciudad en la que nació el Che Guevara, debe tener algún botarate que se enoje al escuchar su nombre y que le tenga miedo al humo de un cigarro de hoja.
Cachilo, poeta de los muros. Mario Piazza lo salvará del olvido al que son tan proclives los rosarinos, que niegan a Cachilo, pero al mismo tiempo no tienen la menor idea de quién fue Musto, qué calidad poseían los poemas de Diógenes Hernández, qué secreto misterio encerraba la pintura de Ludueña.
Siempre habrá alguien que haga convivir en el mismo territorio los opuestos de una ciudad grande que necesita de todos para terminar de armar ese rompecabezas que nunca termina de tomar forma.


Gary Vila Ortiz

Rosario/12, 30/4/1999, p. 6

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