PRESENTACIÓN




Las tizas orinadas mutilaban dulcemente las paredes que rezaban Prohibido Fijar Carteles. Pero èl era, es una metralla de significados y significantes. Para quienes vimos firuletear imágenes extrasensoriales casi como lo que provoca un caramelo ½ hora en la boca de la resaca. Èl polemizaba contra la pared. Escupìa la hipocresía del Rosario adornado en el cuello de las damas que regenteaban las calles que lo tenìan como un anfitrión poco convencional, munido de un arsenal de ceritas, crayones, cantimplora y creatividad. Casi siempre su estampa impresa en imprenta mayúscula con diferente pulso de cirujano de tetas recorrìa la ciudad sin fundador. Radiografías de un lùmpen que se metía en la idiosincrasia de una cultura cosmopolita. Sin dudas, Alberto Cachilo, un alma de doble filo.


Ernesto Gallo


(Higinio. Esbozo para una pared)


albertocachilo.blogsport.com
por el momento, como objetivo inicial, recoge el grueso del material periodístico existente en las últimas tres décadas, y lo que nos sea posible o resulte pertinente del material gráfico y libresco del mismo período.
A través del link hacemos en alguna medida lo propio con el  material que circula por los formatos de Internet.






CACHILO DE LA PARED A LA PANTALLA



De la pared al papel del papel a la pantalla, un itinerario que trazó Cachilo, o que se le trazó, primero en vida –de la pared al papel, del crayón a la tinta impresa-, después postmortem –del papel a la pantalla-. Cachilo escribió sus inscripciones, grafitis (graffitis grafittis grafitos- según la Academia- o graffittis, no hay acuerdo entre quienes grafiaron la palabra) en las paredes públicas y privadas –sin uso comercial o doméstico aparentemente- más o menos a lo largo de toda la década del 80. Su paso al papel, de acuerdo a su “descubrimiento” por la prensa local comenzó, a fiarse por las dos bibliografías que exhibe Internet, a partir del año 82 a manos de la revista Risario. En su nº 6, de abril-mayo de ese año, sale un reportaje –el único que se le conoce hasta la fecha-, por demás de interesante. Ahí el escritor político, político más que público, en el sentido más o menos originario que nos ha llegado de ese término, urbano pero también nacional, épico pese a lo que anotó Fontanarrosa una década y media después, responde sobre su nombre y su nacimiento, fecha y barrio (la República de la Sexta, se deduce), sobre su formación escolar y su formación como lector y, diagonal o esquivamente siempre, sobre su vida pasada como ciudadano convencional, su vida laboral y familiar, mientras desarrolla algunas hipótesis –por utilizar adjetivos nunca demasiado oportunos, entre patafísicas y filosóficas- sobre v. gr. el travestismo como naturaleza de la mujer, o de ciertas mujeres, o la división fundamental de los hombres en gigantes y enanos entre otros temas diversos. Queda claro que es Risario (una revista de humor regional, político y de las costumbres, cortada en buena medida por la línea de la Humor pero a la rosarina, que no llegó a tener la difusión de la Hortensia cordobesa no precisamente por ser peor, tal vez sí por esa cercanía –a Buenos Aires- tan cara a –para- lo rosarino) la publicación que difunde, funda, en el medio, el mito, historia, del personaje urbano, la figura de momento pintoresca, de Higinio Maltaneres “Cachilo” a lo largo de la década del 80. En los 90, en las últimas de Cachilo, aparecerían otros medios de prensa, recientes como la revista El Vecino y el suplemento de Página/12 Rosario/12 o históricos como “el decano de la prensa argentina” La Capital. Cachilo se convierte en “guía espiritual” dentro del “staff” de Risario, que a lo largo de su vida de revista publica otras dos notas en el 84 y el 85, una referencia literaria en una viñeta del 85 de Adrián Abonizio, y unas cuantas historietas notas adyacentes dibujitos o epígrafes que lo citan más que a menudo.

La exclusiva de Cachilo en los 80, se ve, la tuvo Risario, con la excepción de un dibujo de Zeballos –su retratista cabecera- que aparece en la Vasto Mundo municipal del 11/12 del 87 y su debut a fines del 89 en La Capital a manos de Vila Ortiz, con quien el diario sempiterno pudo resarcirse del pequeño escrache que montó Risario en el número 25 del 85 (“El 25 de setiembre –escribe Risario-, el diario LA CAPITAL descubrió la existencia de Cachilo, a través de una noteja –aparecida insólitamente en “policiales”- que lo describe como un linyera clásico”.).

El boom arranca con la llegada del siguiente decenio. Cachilo llega a los diarios: ambos ponen en tapa la noticia de su muerte. La Capital le concede a lo largo de la década dos notas más –una a favor una en contra, digamos por ahora-. Rosario/12 saca un artículo también al día siguiente, Vargas-Caseres entregan otro en los 90 con dibujo de El Tomi, Ielpi en el mismo año cierra una crónica de época invocando al escritor, acompañada de un dibujo de Armentano que lo incluye, Vila Ortiz Piazza y Fontanarrosa aportan tres más. En la revista El Vecino en noviembre y en la revista municipal de cultura Signos en noviembre del 91, año y mes en que Higinio Maltaneres muere en el marco de la transustanciación al papel de su mitografía, Cachilo vuelve a ser objeto de atención y de discurso. Rita la Salvaje, reciente publicación municipal de historietas, lo convoca más de una vez, a instancias entre otros de Manuel Aranda, el humorista gráfico e historietista que más lo ha abarcado, inventor de un apotegma que acompañó desde el origen a Risario, que no desmerece el rigor aforístico de aquel al que estamos exhortando en esta crónica. Cachilo, se ve, pasa de ser objeto del emprendimiento privado de la bohemia cultural local a cobrar interés municipal, a devenir de apoco artista municipal, aunque según una querella asentada en una plaqueta de W. Motto (1995) – de la Secretaría de Cultura por otra parte- “nunca, ni soñarlo, figuraría en un cartel del parque al estilo ‘Son de acá’.”.

En setiembre de ese año se publica la recopilación antológica “Doble Filo” y Cachilo pasa en el último mes de su existencia también al libro. De modo que no sería impertinente decir que con los 90 llega su canonización por la cultura local como “personaje” de la ciudad. Incluso llega a la Nueva –revista de un holding al que pertenece La Capital- cuya circulación comprende las más grandes ciudades del interior argentino.
Cachilo tiene su historieta estable y un bar con su alias en el cual solía ser rajado a patadas (es un decir) por su dueño anterior.

Doble Filo es un libro costeado por sus editores sin sello editorial ni ISBN, del cual se hace una segunda edición en 1999. Recoge con bastante acierto una cantidad de textos hoy incompleta con un diseño que no desentona y montajes-colages basados en fotos de Puzzolo. Nadie dudaría que traducir a Cachilo a la tipografía monocromática, además de sacarlo de la pared, es un acto parejo a la traducción al lunfardo de un poeta chino milenario. Los gestores editoriales no obstante se las arreglaron hidalgamente; hay que señalarlo.
La llegada de Cachilo, a pocos años de estar en la calle, a las revistas – cuyo punto promontorio sería haberse convertido en la figura de la portada tabloide del nº 25 de Risario en el 85- lo dio a conocer, en cierto ambiente reducido, a escala nacional y le dio un bautizo de personaje de interés y de culto en cierta franja rosarina de lo que se suele llamar la cultura. No existían por entonces ni Rosario/12 ni el menemismo, dos instituciones – la segunda por la negativa, digamos- que contribuyeron a ampliar la escala del fenómeno a comienzos del decenio siguiente. Sin embargo el traslado de Cachilo al libro, según un par de hipótesis, parece haber tenido efectos mucho más terribles que la pérdida de la riqueza visual de su obra y su eficacia peatonal. Piazza contesta a La Voz del Interior por ejemplo: “Uno podría especular con que sus poesías estaban hechas para estar en las paredes, y cuando se la publicó significó el fin de Cachilo”. El artículo de Carina Toso en Cablehogar del 2004 amplía:

“Los años pasaron para Cachilo, doce fueron los que vivió a la intemperie. Las ceritas y las tizas se gastaban y se cambiaban día a día, hasta que el 4 de octubre de 1991 pintaron sus últimas palabras en los macetones de calle Sarmiento al 400: ‘Cadáver resto, perdone si molesto’. Allí cayó sin vida el cuerpo del poeta de los muros. Pocos días antes el libro con la recopilación de sus graffittis había sido presentado. ‘Una interpretación improbable pero que tiene sus fundamentos es que su muerte fue a causa de la publicación. Él, que escribió siempre para que su obra estuviera en las paredes, cuando le publican los escritos en un libro se muere a los pocos días. También es probable que la intemperie y el alcohol le hayan afectado’, concluye Piazza”.


La del 90 –postmortem- es también la década de su aparición en los libros y de otros, no todos de Rosario. Aparece en las Ficciones Periodísticas de Briguet en el 93, en las Aguafuertes de Abonizio en el 95, en el cuento “Las ciudades invisibles” de Walter Motto, del 95, y en La Dimensión de lo Poético de Roberto Retamoso, 1995 también, editado fuera de Rosario. En el 91 Libros del Quirquincho, de Buenos Aires, había editado Las paredes limpias no dicen nada, Libro de graffitis, donde hay referencias a Cachilo y sus inscripciones. También llega en los 90 -1992, y no por última vez- a los “libros de texto”: Didáctica de la lengua para cuarto y quinto grado de Fernando Carlos Avendaño, editado en Rosario por Homo Sapiens, incluye “Graffitis de Cachilo” inéditos entre capítulos como “Psicolingüística”, “Didáctica constructivista e interaccionista”, “Sociolingüística” o “Teorías lingüísticas contemporáneas”.
En la década siguiente no deja de ser referido en un par de publicaciones librescas más, según consta en el catálogo de la Biblioteca Álvarez. Tiene una página en Caras y relatos de la cultura (Museo Diario La Capital) con foto y epígrafe de sus respectivos autores (N. Puzzolo y G. Vila Ortiz) y en el libro de cuentos breves y crónicas de Marcelo Scalona Composturas de Muñecas donde la referencia es más bien una alusión no demasiado explícita –fuera del título (“Boletín Cachilo”)-.

La década del 90 cachileana se corona con “Cachilo, el poeta de los muros”, el documental de Mario Piazza, suerte de Max Brod o procurador oficial de su obra y figura, hasta el momento el mayor documento fílmico (hubieron en los 80 un par de experimentos en Súper 8) a la vez que la investigación más extensa sobre el asunto.

La “Peña La Herradura”, Club Culturel “Fer a Cheval” opera un simpático lobby en una serie de documentos incautos, a instancias sobre todo de la tesonería del escritor Carlos Mac Allister, cuyo propósito es exhortar al Concejo Municipal para que se pronuncie declarando a Higinio Maltaneres “Ciudadano Ilustre”. Pese a lo que acredita Wikipedia[1], y a lo que creen algunos, el noble Concejo se inclinó a dispensar sin embargo la más medida condecoración de “Artista Distinguido” según nos señaló el área “protocolo” del Palacio Vasallo.
El nuevo siglo recibe a Cachilo con el nombramiento de una biblioteca popular del oeste rosarino bajo la especie de “Cachilo” (Biblioteca Popular “Cachilo” del Centro de Educación y Comunicación Popular Aire Libre). Se pinta un mural en la esquina de Rioja y Buenos Aires – luego desaparecido y sustituido por otro- con un par de retratos y recreaciones de algunas de sus inscripciones. El film de Piazza –podríamos decir que el agente señero de difusión de la causa- se exhibe por distintos lugares del país y del mundo y llega a la televisión nacional. Según refieren las “Noticias” del espacio de Cachilo en RosariARTE se realiza en Buenos Aires una obra de teatro inspirada en él. Gonzalo Aloras edita el tema “Trola Coca Cola” cuya letra está armada con textos cachileanos (ya De Benedictis-El Tomi, también Omar Torres-Bonaci, habían compuesto piezas en su invocación).
En 2004 Cachilo llega a la revista de Cablehogar. En 2003 El Vecino publica el artículo “Marginalia” firmado por “arq. Gustavo Fernetti”, que no figura en sendas bibliografías, del que se podría decir que inaugura –y quizá momentáneamente concluye- el género de semblanzas no complacientes con la figura que dibujó la “Cultura Oficial” –según se señala allí- en torno a la obra la historia o el caso de Higinio Maltaneres “Cachilo”, a menos que haya que darle pareja entidad a la crónica publicada por el inteligente local Silvio Valli en su espacio de La Capital del 96.
En 2006 Beatriz Viterbo, editorial de origen rosarino y circulación nacional de cuestiones literarias y humanísticas ligada a lo que algunos llamarán “el canon académico”, por lo general ajena por completo a la mitografía sensible local contra la que parece despotricar el susomentado artículo del Vecino, publica Deslindes (Ensayos sobre la literatura y sus límites en el siglo XX), que contiene interesantes noticias teoréticas en torno al poeta y la circunscripción sociológica y literaria de su quehacer textual. El libro es ubicable, fragmentadamente por lo menos, en Google Libros. Claudia Kozak, su compiladora, dedicada al estudio del arte urbano argentino, hace más de una referencia al croto-genio en diferentes artículos.

Con el nuevo siglo Cachilo también arriba a la otra pantalla; surge Internet y la referencia a Cachilo ocupa varios sitios, desde Wikipedia –en español e inglés- a su espacio propio en RosariARTE, sendos sitios que albergan su bibliografía (que debería completarse con la que propone la Peña La Herradura en su documento ubicable en la biblioteca Álvarez), su biografía y una colección bastante completa de los escritos suyos que sobrevivieron a la famosa y filistea inclemencia del clima y a la adversidad utilitaria de los vecinos.
Son cuatro por lo menos, según recogen las bibliografías mencionadas, las “publicaciones on line” que desde el comienzo de la década irradian material sobre el escritor muralista. Nada de este material sobrevive en la Web a la fecha. Sin embargo hoy existe información variada al respecto en Blogspot, en Taringa!, en You Tube, en Todoar, en Facebook, en Nocturnabsas, en Foro 3k, y en demasiados sitios y blogs personales o grupales.

Con la tercera década-Cachilo no sólo llegan a la pantalla virtual sus grafemas; artículos en torno aparecen en diarios y revistas de otras ciudades del país y el extranjero y varias universidades de EEUU se interesan e invierten en la película de Piazza. Cachilo también aparece en algunos sitios virtuales del exterior, en otros idiomas incluso.


En las medianías del 2010 deberemos ir comenzando a aventurar la cuarta década-Cachilo en el orbe. De nuestra parte podemos decir que el Grupo “Puta Ciudad”, grupo de bloggers –por el momento- intrascendentes a futuro, da por inaugurado el Weblog “Cachilo” (albertocachilo.blogspot.com) donde comenzaremos –comenzamos ya- por recoger y publicar los documentos pertinentes que aún no han sido trasladados a la Web, añadiremos y añadimos algunos de factura propia, y avanzaremos todavía con dirección incierta. Ediciones Del Trinche –editorial fantasma también ajena al RNPI- tiene prevista para el año en curso la publicación de una nueva antología de documentos textuales de la obra de Cachilo, con inserción de inéditos y un tanto más amplia que la publicada hasta la fecha –hoy inasequible en casi cualquier parte-, y hasta ahora –para nuestra suerte y vocación inmolada- sin ninguna financiación institucional ni ningún otro tipo de beneplácito fuera de la terquedad de sus solapados editores, cuyos fines no tienen por qué dejar de ser confrontados a todo tipo de cuidados, sospechas, o escrúpulos.
Una nueva generación de afectados por Cachilo – la de aquellos que éramos simplemente pibes entonces- tiene su oportunidad para asimilar y confrontar todo este capital amasado en torno a Higinio, artista excepcional –excepcional sea como fuere, extraordinario o único, adjetivación que les costará bastante omitir o erradicar incluso a aquellos que no le encuentren a su obra – obra que hace montaje con su figura, su caso, su vida, y que es estrategia y puesta, golpe maestro también- más que una significación pintoresca, o a aquellos que vean en todo esto un abuso de mala conciencia del alma bella de la modesta élite de artistas localistas y funcionarios con carnet de sensibles.

No nos proponemos –por principio- estar en contra ni a favor de todas aquellas voces encontradas; tampoco vamos a ser indiferentes ni vamos a intentar colocarnos en una imposible garita equidistante. Con Cachilo de vuelta al libro o reforzado en la pantalla no creemos matarlo dos veces. Son puertas que abrimos. Fue él mismo, con su silencio hosco que escasamente interrumpía, su retiro de la vida civil convencional, el que a la vez que difuminó su nombre legal y se atribuyó alas de pájaro criollo, en cierta forma propuso una muerte de la palabra, de su palabra, para que empezaran las letras.


PUERTAS QUE ABRAS,
DONDE MUEREN LAS PALABRAS
EMPIEZAN LAS LETRAS.


Luciano García











[1] La página de Wikipedia fue corregida al poco tiempo de subido este artículo a la Web.