CACHILO EL POETA DE LOS MUROS





Un mítico linyera de Rosario es recordado en publicaciones, videos y canciones. Un bar lleva su nombre e incluso cuenta con un site en Internet.



Higinio Alberto Maltanares, alias “Cachilo”, un linyera que deambulaba por las calles, escribiendo graffiti en las paredes, se ha convertido en un personaje mítico de la ciudad de Rosario. Vivió a la intemperie sin imaginar que después de muerto sería recordado en publicaciones, videos, páginas webs y hasta un bar.

Nació en 1927, estudió en una escuela del barrio Moderno de Rosario, y se empleó en el Correo, donde trabajó durante varios años, hasta que puso una librería. Sus ex compañeros lo definen como “un hombre muy culto, filósofo y un verdadero dandy con las mujeres”. Todo cambió cuando se separó de su mujer y dejó sus cuatro hijos. “Después del ’70, me fui a recorrer el mundo porái… Pero siempre solo, siempre solitario”, dijo en 1982 en la desaparecida revista Risario.

En Buenos Aires empezó a trabajar en publicidad. Pero un desengaño amoroso lo habría hecho volver a Rosario a transitar “la vida de viejo”, como le gustaba decir. Se quedó en la calle con lo mínimo: una gorra, zapatones agujereados, un palo como bastón y un bidón lleno de té “para pasar esa comida que te dan por ahí”. Fue entonces cuando decidió apodarse Cachilo, como “una especie de pájaros con barbita que andan por acá”.

Lector de poesía, empezó a escribir graffiti (ver recuadro) en los que mezclaba impresiones personales con ironías y cuestionamientos a lo establecido por la sociedad. “Cadáver resto disculpen si molesto”, fue lo último que dejó en un macetero ubicado frente al Instituto de Previsión Municipal en la misma vereda donde murió en 1991.

El cafetero Charly (Joaquín Armando Orieta, 44 años), que ahora cuida coches y abre puertas de los taxis en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, fue uno de los que compartió sus últimos días. Lo recuerda como “un tipo pacífico al que le gustaba charlar. No era un loco, sino un hombre muy inteligente y educado”.

El mito de Cachilo comenzó después de su muerte. En vida era el típico croto, que resultaba molesto. “Siempre lo echaba”, comenta Martín, dueño de un local ubicado en Alvear y Urquiza. Ahora en ese lugar funciona un bar. “Cuando lo instalamos, mi socio y yo quisimos ponerle un nombre que representara a la ciudad, y se nos ocurrió Cachilo, dice uno de sus dueños. En la página de Internet (www.paisvirtual.com/arte/grafitis/cachilo) es un personaje de historietas que publica el diario rosarino La Capital. Le han dedicado canciones como “Oda para Cachilo” de Omar Torres y Mario Bonaci, “Escritor de paredes” de El Tomi y Pichi De Benedictis, y “Trola Coca Cola”, de Gonzalo Aloras. La revista Risario, que contaba con las principales firmas del quehacer cultural rosarino a principios de los ’80, lo tenía como “asesor espiritual”. Su historia quedó reflejada en recopilaciones de Norberto Campos; reportajes, fotografías y hasta un poema con sus propios textos, escrito por Graciela Carriell. ¿Por qué tantos homenajes para un linyera? “Rosario era muy pacata y poco permeable a las expresiones artísticas –opina el escritor rosarino Roberto Retamoso-. Por eso un tipo como Cachilo adquirió un significado especial para buena parte de la población”. Para Mario Piazza, creador del cortometraje Cachilo, el poeta de los muros, el linyera es un emblema de cuestionamiento social al modelo de éxito imperante en la sociedad de fin de siglo. “Con las dificultades que tuve para conseguir apoyo oficial a la hora de producir el video sobre su vida –afirma- rescaté su concepto de dignidad y no me sometí al autoritarismo de los funcionarios culturales”.



Sergio Roulier
Fotos Norberto Puzzolo y Patricia Piñeyro


















Revista Nueva, 5/12/1999, p.34-35.